domingo, 30 de agosto de 2015

KARL POPPER


Diciembre de 2008.



Karl Popper nace en Viena en 1902. Heredó de su padre la raza judía y una extraordinaria biblioteca con la cual aprendió por su cuenta filosofía, arte y ciencias. Comenzó desde niño a preguntarse por problemas metafísicos y cosmológicos. Bebió parte de la cultura científica de su tiempo, y la lectura de Spinoza, desde muy joven, lo dejó agnóstico para toda su vida.

Tuvo siempre una gran sensibilidad y preocupación social y política. Hizo trabajo social con niños abandonados y fue maestro de escuela casi siete años, aún después de terminada su tesis doctoral en 1928. Pero su precocidad al respecto se manifestó en el famoso episodio de 1919, relatado por él mismo de manera detallada en dos ocasiones[1].

La Viena de entonces estaba atravesada por problemas socioeconómicos graves y una inestabilidad política alarmante, en una permanente lucha por el poder entre los partidos socialcristiano y socialdemócrata, este último de marcada orientación marxista. A este último se afilia el joven Popper en 1919, con 17 años. Una revuelta callejera –a la cual él se opuso, manifestando su “crítica”- produjo la muerte de 6 de sus compañeros más queridos, cuyos nombres recordó siempre. El episodio marcó profundamente al joven Popper, quien, horrorizado ante la violencia y ante la falta de pensamiento crítico –otros se hubieran quedado- se va del partido y decide estudiar a Marx seriamente.

Entretanto decide entrar a la Universidad de Viena para estudiar Física y Matemáticas. Para el momento de su doctorado, en 1928, ya estaba envuelto en los debates del Círculo de Vienna, esto es, el neopositivismo lógico, del cual se va distanciando desde el principio. El mismo cuenta la sorpresa que despertaban sus opiniones: que la inducción no era el método adecuado para las ciencias naturales y que éstas consisten, no en probar hechos, sino en plantear conjeturas que, como mucho, deben someterse a un proceso de refutación empírica. Son estas ideas, y otras más revolucionarias (como que todo experimento está envuelto en teorías que permiten interpretarlo) las que desarrolla en La lógica de la investigación científica, en 1934. El libro no se difunde mucho excepto en el reducido círculo de sus amigos neopositivistas, quienes no ven en ese momento las profundas diferencias que el libro planteaba. Uno que sí las vio fue F. Hayek[2], que luego ocuparía un rol central en la vida académica de Popper.

En 1936 Popper decide autoexiliarse en Nueva Zelanda, junto con su esposa. Atraviesa allí un período de gran soledad y aislamiento, con cierta hostilidad de las autoridades académicas que lo rodeaban. Escribe en ese período, sin embargo, dos de sus obras más importantes: La sociedad abierta y sus enemigos y La miseria del historicismo. La primera es una defensa de la sociedad libre sobre la base de la libre crítica de nuestro limitado conocimiento (parecido a On Liberty, de Mill). Es un largo libro “de combate”, (contra los totalitarismos coministas y nazifascistas) donde además coloca como enemigos de la sociedad abierta a Platón, Hegel y Marx, a quienes dedica larguísimas críticas. Se gana con ello por supuesto a “los enemigos para siempre de Karl Popper”, esto es, marxistas, hegelianos y, a veces, historiadores de filosofía antigua y medieval que difieren de su interpretación de Platón. Se discute hasta hoy si Popper quiso decir en ese libro que el fundamento de la libertad política es la conjeturalidad de nuestro conocimiento o si hay certezas morales para la defensa de la sociedad libre[3].

La miseria del historicismo, en cambio, es un libro más corto y más técnico. Plantea allí los problemas del método en ciencias sociales, estableciendo para ellas, como punto de partida, un “principio de racionalidad” cuya influencia en epistemología de la economía fue un clásico y cuyo significado se discute hasta hoy[4].

En 1945, Hayek tiene la feliz idea de proponer a Popper para la cátedra de Lógica y Filosofía de las Ciencias en la London Scholl of Economics. Popper acepta inmediátamente y con ello termina su reclusión forzada. En su autobiografía dice explícitamente que “Hayek le salvó la vida”.

Y no fue para menos. Instalado en uno de los centros culturales y académicos más importantes de Europa, la influencia de Popper se hizo sentir. Reescribió completamente su libro del 34 (que sale editado en inglés recién en 1958) y su nueva versión, en tres libros, el Post-scriptum a la Lógica de la Investigación Científica, comienza a salir en la década del 60. Paralelamente van apareciendo recopilaciones de ensayos y conferencias. Una, muy importante, Conjeturas y refutaciones, que en mi opinión contiene, a partir de su paper nro. 16 en adelante, una filosofía política tan o más importante que la de La Sociedad Abierta. La otra compilación, Conocimiento objetivo, de 1970, es importantísima para quien quiera profundizar su pensamiento específicamente filosófico. En ambos libros se ve el diálogo permanente de Popper con temas metafísicos y gnoseológicos clásicos (el realismo, la verdad, el libre albedrío, la relación mente-cuerpo, el evolucionismo, etc.) que lo alejan ya totalmente de la literatura neopositivista. Defiende el libre albedrío y una versión de las “teorías en sí mismas”, su famoso mundo 3. Esa década, la del 60, es fundamental. En 1961 tiene su famoso debate con Adorno, donde se establece su famosa separación con el neomarxismo de la Escuela de Frankfurt[5]. Cuatro años después participa del famoso simposio “Criticism and the grouth of Knowledge”[6], donde se muestran sus profundas diferencias con Kuhn[7], que mantiene hasta el final de su vida. Genera, casi sin proponérselo, dos discípulos geniales, Lakatos y Feyerabend, que obviamente lo critican y se distancian de él, pero siempre habitando un mundo de problemas, de términos y de actitudes obviamente popperiano (Feyerabend cuenta que en 1952 Popper comenzaba sus cursos diciendo “no hay método”, y dice que él se lo tomó en serio). Publica su importantísimo Replies to my Critics[8], donde debate nuevamente con Kuhn y contesta explícitamente la famosa “leyenda” (así denominada por Popper) de su falsacionismo ingenuo, aclaración que surge nuevamente en el prefacio de 1982 a “Post-scriptum”. Este libro de Popper ha sido muy poco leído y sin embargo es indispensable para comprender su pensamiento.

Su ubicación cultural en Inglaterra es total. En 1969 recibe el título de “Sir”. En la década del 60, él y Lakatos eran de los pocos intelectuales y filósofos no marxistas europeos. El tono de Popper en ese tiempo se vuelve cada día más conservador. Critica al relativismo, al materialismo, al relativismo cultural y defiende la universalidad de la razón y de la ciencia ante los embates del post-modernismo.
A partir del 69 se retira de la enseñanza activa pero sigue escribiendo y dictando conferencias, de lo cual emerge una larga serie de “libros” que sin la recopilación de esos papers y ponencias. Muchos de ellos se publican post-mortem, y son muy importantes para entender su última etapa, la del Popper dialógico, centrado en la racionalidad crítica, más que en la falsación empírica. Esos libros son, sobre todo: The Myth of the Framework; Routledge, Londond and New York, 1994; The Lesson of this Century; Routledge, 1997;  In Search of a Better World, Routledge, 1994; All Life is Problem Solving, Routledge, 1999; El cuerpo y la mente; Paidos,1997; The World of Parmenides; Routledge, 1998. Su última ponencia más importante es la de Kyoto de 1992, donde aclara nada más ni nada menos que él no era un conjeturalista total. Su último libro, escrito como libro, aparece post-mortem y es una muestra de su permanente audacia filosófica: El mundo de Parménides (op.cit) donde elabora una interpretación del famoso poema de Parménides totalmente diferente a la presentada habitualmente en la historia de la filosofía.

Popper es un autor más difícil de comprender de lo que parece. Igual que Ortega y Gasset, escribía muy sencillo y pensaba de modo muy complejo. Eso puede engañar a cualquier lector desprevenido. Su modo de hacer filosofía de las ciencias y filosofía en general no encajó nunca en los cánones y clasificaciones académicas convencionales. Al escribir sobre cualquier tema, él estaba escribiendo sobre ética, filosofía política, ciencia y epistemología al mismo tiempo. Se ganó el odio de marxistas, post-modernos, positivistas, habermasianos y en general de cualquier paradigma metafísico importante. Su propia metafísica fue incomprendida. En mi opinión, Popper cruzó el Rubricón hacia un modo “hermenéutico”, no cuantitativo, de hacer filosofía de la ciencia, que ahora se llama “the historical turn” de la filosofía de la ciencia y que se relaciona con la hermenéutica continental más de lo que el mismo Popper hubiera imaginado. Este punto es muy incomprendido. Popper ha generado una serie de “fans”, una iglesia popperiana de la cual Feyerabend –así la calificó- no quiso formar parte, al mismo tiempo que un actual olvido, en cierta bibliografía, de su nombre y sus aportes, apenas mencionado, a veces, como el antecedente de Kuhn, Lakatos y Feyerabend. Pero haber colocado a la interpretación teorética del mundo físico (igual que Koyré, a quien parecía ignorar, contrariamente a Peirce) como anterior y siempre como presupuesto de lo que llamamos “empírico” es un hueso casi imposible de roer para la filosofía de la ciencia posterior. El único popperiano coherente, que ha llevado Popper a sus últimas consecuencias, es Feyerabend, y para colmo de confusiones, no generó casi discípulos y se presentó a sí mismo como crítico de Popper. Los economistas austríacos podrían haber estado muy cerca de este Popper hermenéutico pero sus propios debates epistemológicos los han mantenido lejos de esta posibilidad.

Popper murió en 1994. Gran parte del mundo intelectual parece haberlo olvidado. Creo que, sencillamente, su pensamiento se adelantó a su época. Estiró el horizonte de su tiempo. El Sacro Imperio Científico se resistirá por largo tiempo a bajar de su pedestal.




[1] En su autobiografía (Búsqueda sin término; Tecnos, Madrid, 1985) y en The Lesson of this Century; Routledge, 1997.

[2] Ver Hayek, F.A. von, Hayek on Hayek, Routledge, 1994.
[3] Ver Artigas, M.: Lógica y ética en Karl Popper, EUNSA, Pamplona, 1998.
[4] Ver Crespo, R.:  “Los “3 Poppers” de la epistemología de la economía”, ponencia presentada en las VIII Jornadas de Epistemología y Metodología de la Economía, UBA, Buenos Aires, octubre de 2002.
[5] Ver Adorno, Popper, Habermas, Albert, Dahrendorf, Pilot: La disputa del positivismo en la sociología alemana; Grijalbo, 1973.

[6] Ver Lakatos and Musgrave, Editors: Criticism and the Growth of Knowledge; Cambridge University Press, 1970.

[7] Ver Popper, “Normal Science and its Dangers”, en op.cit.
[8] Ver Popper, K.: Replies To My Critics; in The Philosophy of Karl Popper, Part II; Edited by P. Arthur Schilpp Lasalle; Illinois, 1974.

1 comentario:

Martin Giesenow dijo...

No cabe dudas de que Popper es uno de los más importantes e influyentes autores en materia de epistemología. Lo único que no me agrada de su estilo es la contudencia de sus afirmaciones, que se desluce cuando, con el correr de los años, cambia de opinión sobre algunos temas (por ejemplo "falsación"). Sin embargo, la profundidad y enjundia de su pensamiento, así como la vastedad de sus conocimientos, son innegables.