domingo, 11 de diciembre de 2016

LA RENTABILIDAD NO ES JUSTIFICATIVO MORAL PARA VENDER EL ALMA A LAS MASAS

Sorprendió una vez más a algunos amigos liberales mi reiterada crítica a medios de comunicación que publican noticias sobre chismes y vida íntima de las personas famosas, que tienen alta demanda y en cuya mayoría de casos estos “ricos y famosos” se prestan gustosamente.

La sorpresa vino de que yo pudiera ignorar que la oferta tiende a adecuarse a la demanda o que yo pudiera sugerir algún tipo de intervención del estado al respecto.

La verdad, en mi caso juzgué no necesario aclarar que ni ignoro lo primero ni propongo lo segundo.

Lo que ocurre es que hace tiempo que vengo estudiando los fenómenos de masificación, cuyos autores principales son Freud, Fromm y Frankl.

Lamentablemente no son autores muy estudiados por los liberales clásicos o libertarios. El primero fue denostado erróneamente por Hayek quien lo confundió con Marcuse y el aprovechamiento que el marxismo de los 70 hizo de su texto “El malestar en la cultura”, cuando precisamente en este texto Freud defiende la propiedad privada enfáticamente. Mises, al contrario, defendió siempre a Freud, cosa bastante silenciada por gran parte de los liberales que en esto seguían a Hayek.

Fromm casi no existe para los liberales/liberatarios, porque a pesar de su intensa crítica al nazismo y al comunismo, su crítica a la alienación como esencial al capitalismo –típico del neomarxismo de la Escuela de Frankfrut- fue suficiente para la consiguiente inconmensurabilidad de paradigmas.

Y de Frankl, ni noticia. Una lástima.

Pero los tres, combinadamente, permiten elaborar las causas de la alienación de las masas que conducen a la votación de dictadores, cosa que ayudaría mucho a los liberales clásicos a entender el mundo en el que viven y sacarlos de sus sorpresas racionalistas, donde el supuesto conocimiento del bien conduciría a un votante más maduro como el ilustrado de Kant.

Pero lo inaceptable para el liberal, precisamente porque lo ve como un peligro para la libertad de expresión, es la “crítica a la cultura del espectáculo” que se desprende fundamentalmente de los escritos de Fromm.

El desarrollo del ser humano, para Fromm, es precisamente la búsqueda de ser individuo. Pero ello conlleva un temor (el miedo a la soledad de la libertad) para el cual hay dos salidas: el amor auténtico, donde dos individuos se desarrollan plenamente como tales en el amarse plenamente (el arte de amar) o una total anestesia de ese temor, por medio de una relación sado-masoquista con el otro, donde la relación dominante-dominado ofrece una salida “alienante” a la soledad: porque  ambos, en esa relación donde el individuo se pierde, “se hacen el otro”: el dominado acepta ser su relación con el dominante y viceversa. Es una cuestión de psicología profunda que no tiene que ver con la teoría de la explotación de Marx.

Una de las maneras de alienación es la cultura del expectáculo, donde el alienado se hace lo que los otros quieren ver (ver “Zelig” de Woody Allen) donde encuentra en eso el solo sentido de su existencia, donde se aferra a la fama como una droga terriblemente adictiva. Los otros alienados son quienes consumen ese circo, que cuando más morbo y más visualización de lo íntimo les ofrezca, mejor. Es similar a la adicción que produce la pornografía: lo que más seduce es la exhibición de lo íntimo.

Esto es parte de la naturaleza humana, aunque no es algo necesario, porque el amor auténtico lo puede superar. Sin embargo, a nivel masivo es difícil de frenar. Está lleno de personajes circenses, que son sin embargo llamados artistas, actores o deportistas, que están gravemente enfermos, con neurosis casi psicóticas, aferrados a la fama, a las drogas y al alcohol, cuyos detallas más íntimos de sus pobres vidas son consumidos por millones de masificados que encuentran en ese consumo un consuelo para una existencia vana e insípida.

Pero en esos espectáculos hay 3: la demanda (la masa), el pobre enfermo convertido en espectáculo de circo, y el empresario que lo vende. Yo lo que digo es que, moralmente, la rentabilidad no es en ese caso justificativo moral para formar parte de ese mecanismo perverso de alienación colectiva. El mercado implica el libre albedrío de sus agentes y por ende su responsabilidad moral. Ningún oferente “debe” ponerse a vender cualquier cosa porque sea rentable, aunque si lo hace, claro que el estado no tiene que intervenir, para que se queden tranquilos. Pero está mal igual. ¿Qué opinarían mis amigos liberales si Unión Editorial se pusiera a vender libros a favor del Che Guevara sencillamente porque vende más? Piensen en ese ejemplo, por favor. No sucede ello porque el director de Unión Editorial, excelente empresario, sabe que sin embargo su empresa tiene una misión y visión donde hay ciertas rentabilidades que no entran, y punto.

De igual modo, lo que yo pido a los dueños de los medios, sean blogs, Facebook, La Nación o The Mars Time, es que hagan una diferencia y no satisfagan ese tipo de demandas.  ¿Tendrán menor rentabilidad? Si, en términos relativos, de igual modo que Unión Editorial en ese momento está teniendo menor rentabilidad por no publicar un libro llamado “Las virtudes heroicas de Fidel Castro”. Pero la creatividad empresarial dentro de la misión y visión de la empresa implica mayores ganancias que las eventuales pérdidas por no dar de comer la mano de todos los enfermos de morbo y del sabroso sabor obsceno de la intimidad de los demás, y el aprovechamiento empalagoso de sus más penosas neurosis cuasi-psicóticas.

Es una cuestión de ética, gente. Más allá de la oferta y la demanda. Roepke dixit. 

1 comentario:

GM dijo...


Está muy bien tu exhortaciòn ética a los medios.
Pero tus amigos liberales que justifican y aplauden a los medios que lucran con la degeneraciòn y la podredumbre, lo hacen porque son también ellos unos amorales y degenerados . Te sugiero no perder el tiempo con esos degenerados.