domingo, 21 de abril de 2013

EL CASO DE ANTONIO ROSMINI

Nota a pie de página 9 de mi artículo http://www.gzanotti.blogspot.com.ar/2013/04/jacques-maritain-su-pensamiento.html


“…En ese ambiente, hacia fines del siglo XIX y comienzos del XX, manifestaciones a favor de cierto liberalismo, de cierta democracia, de ciertas libertades, eran audacias totales y completas. Dupanloup, Lacordaire, Ozanam, Acton, se salvaron por milímetros de la condena, no así Rosmini, quien hace poco fue rehabilitado, con la aclaración expresa de que no había ningún problema dogmático” Nota 9:

“Ver Congregación para la doctrina de la fe (2001) y Becker (2001). Este documento es
una maravilla de esfuerzo hermenéutico. Obsérvense sus conclusiones: “…Actualmente
se pueden considerar ya superados los motivos de preocupación y de dificultades doctrinales y prudenciales, que llevaron a la promulgación del decreto Post obitum de condena de las “cuarenta proposiciones” tomadas de las obras de Antonio Rosmini. Y eso se debe a que el sentido de las proposiciones, como las entendió y condenó el mismo decreto, no corresponde en realidad a la auténtica posición de Rosmini, sino a posibles conclusiones de la lectura de sus obras. Con todo, queda abierta al debate teórico la cuestión del valor mayor o menor del sistema rosminiano mismo, de su consistencia especulativa y de las teorías o hipótesis filosóficas y teológicas expresadas en él.
Al mismo tiempo, el decreto Post obitum conserva su validez objetiva en relación con el
dictado de las proposiciones condenadas, para quien las lee, fuera del contexto del pensamiento rosminiano, desde una perspectiva idealista, ontologista y con un significado
contrario a la fe y a la doctrina católica”.
Se reconoce así explícitamente que la intentio lectoris (o sea la del Vaticano) estaba errada; que las posiciones de Rosmini son opinables en relación a la Fe (léase, no condenables) y que la validez de la posición condenatoria del Vaticano en ese momento es correcta per se si se lee a Rosmini como lo que Rosmini no es. En otras palabras, las condenas en sí mismas, a las posiciones in abstracto, son correctas, independientemente del detalle de que Rosmini no las sostuvo, como ahora lo afirma la Sagrada Congregación. Esto presenta un problema: si el magisterio se sincera y afirma que su intentio lectoris era errónea, o sea, que leyó mal al autor, se desautoriza para casos presentes y futuros. Si no se sincera y dice que la condena es correcta “en sí”, cualquiera puede ver un intento de salvar lo insalvable. (Como si se dijera: Santo Tomás ha sido condenado por ateo; ahora bien, ello se entiende a la luz de la época, que hizo leer a Santo Tomás como si fuera ateo; ahora bien, obviamente no lo era, pero la condena es correcta en sí misma al condenar al ateísmo.) Claro, el problema de la condena no era lo que condenaba, sino a quién condenaba. Ese es el problema de cualquier condena, que empeora si además hay un error en lo que se condena. La verdad es que el Magisterio nunca se equivocó en sus condenas en materia dogmática, pero sí lo hizo algunas veces cuando las condenas estaban atravesadas por los intereses políticos de las intrigas vaticanas. Lo que se tendría que haber reconocido es que Pío IX condenó a Rosmini porque sus asesores ultramontanos no perdonaron a Rosmini su liberalismo, lograron convencer al Pontífice de que era ontologista, y bajo esa excusa se lo condenó. La condena de Rosmini atrasó un siglo entero al Concilio Vaticano II.”

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- Becker, K.J, s.j, 2001, “Desarrollo y coherencia de las interpretaciones magisteriales del pensamiento
rosminiano”, L`Osservatore Romano, (9), 13 de julio.


- Congregación para la doctrina de la fe, 2001, “Nota de la Congregación para la doctrina de
la fe sobre el valor de los decretos doctrinales con respecto al pensamiento y a las
obras del sacerdote Antonio Rosmini Serbati”, 1 de Julio, L`Osservatore Romano, (9),
13 de julio.


1 comentario:

rojobilbao dijo...

En el caso de Rosmini encuentro sangrante el hechio de que fuera condenado post mortem. Reuniones con él, sinceras, hubieran evitado el desaguisado.