domingo, 22 de julio de 2012

ARGENTINA, EL PAÍS QUE NUNCA FUE.

Era un conjunto anárquico (no, precisamente, el anarco-capitalismo) de caudillos autoritarios donde uno, Rosas, era más igual que los demás. Rosas era un típico representante de una tradición conservadora al estilo De Maistre opuesta totalmente a las vientos de la Revolución Francesa que venía de Europa. Fue derrotado por un autoritario ilustrado que se dejó convencer por los ideales de una Constitución Liberal Clásica Federalista, inspirada por el único liberal clásico de orientación anglosajona que hubo en ese momento, Alberdi. Fue un empate, una convivencia difícil atada con cinta adhesiva. Los liberales más afrancesados, unitarios, racioanalistas y antireligiosos, tomaron pronto el control de la situación y la Argentina pareció ser un país en construcción bajo la férrea mano del constructivismo de los dirigentes de fines del s. XIX. Un código civil respetable, un proyecto educativo ingenuo, y el libre comercio, hicieron lo suyo y el país parecía encaminado hacia adelante. Unos pocos dirigentes católicos y republicanos, que sabían de la tradición del liberalismo católico francés, intentaron des-empatar pero eran una élite in-inteligible para la bomba de tiempo que se estaba gestando.

Pero el empate era el empate. El radicalismo trató de salir de él pero no pudo. La tradición rosista había dejado huella cultural, intelectual e institucional. Nunca pudo interpretar la Constitución del 53 y se adecuó a los tiempos, bebiendo de las nuevas ideologías autoritarias europeas, que llamaban a las dictaduras frente a la degeneración de las democracias. Sólo así se explica en parte que un general avanzara con su regimiento sobre el Poder Ejecutivo en 1930 y seis meses después, la Corte lo avalara. Fue el principio del fin. La Argentina volvió a evidenciar ese precario empate de las fuerzas culturales y políticas que nunca habían sedimentado en una unidad institucional. A partir de allí fue imposible detener el ruido sordo de dos trenes chocando de frente en cámara lenta. Quince años después, un fiel discípulo de Mussolini, Perón, instala un típico régimen autoritario, con pleno apoyo popular, desde luego, además del apoyo intelectual y religioso. La combinación entre Mussolini, nacionalismo católico, estatismo profundo y el marxismo criollo que Perón introduce en su "combatiendo al capital" confluyeron hacia una cultura, un horizonte de precomprensión cultural esencialmente peronista que caló profundo en la mayoría de la población y que constituyó el eje central de la condición del subdesarrollo económico, educativo y cultural. La Argentina, un lento elefante autoritario con harapos raídos de instituciones afrancesadas y columnas clásicas que ya no sostenían nada, se cae del mundo para siempre.

Perón pierde su gobierno por su único error político, esto es, enfrentarse con gran parte de los militares católicos que lo apoyaban. Desde el exilio sigue manejando la Argentina, y radicales y militares no tienen idea de lo que hacer. Liberales clásicos que se contaban con los dedos de una mano -literalmente-bregan por el libre mercado pero en su alianza con sectores militares absorben parte de ese autoritarismo cultural sin darse cuenta, y jamás lograron levantarse tampoco de ese craso error. En su momento, sin embargo, fue entendible: en la Revolución Libertadora se aliaron hasta los comunistas.

La cultura peronista, mientras tanto -porque ya no es un partido, es un horizonte cultural- se adapta a los tiempos. Ahora sus dirigentes creen que la Argentina es el colmo del capitalismo y absorben gran parte del pujante marxismo europeo pero especialmente el de la Cepal. Los montoneros son el coherente peronismo de los 70. Alegando la guerra justa y el derecho a la resistencia a la opresión, se organizan en guerrilla, contra las supuestas clases dominantes enquistadas en los gobiernos civiles y sobre todo militares de los 60 que, para colmo, pensaban en el fondo igual. Desatan una guerra civil sangrienta. Perón vuelve, sí. O tardó toda su vida en darse cuenta que su marxismo a lo mussolini ya no iba -que efuerzo...- o ya no le convenía, o ya no importa qué, el asunto es que el anciano líder ya no puede controlar a los jovencitos revolucionarios que él había sabido alentar desde Madrid. 

Los guerrilleros cometen todo tipo de crímenes de lesa humanidad con espantosa crueldad. Llega, obviamente, la reacción, que los persigue de igual manera. Un horror. Los militares del golpe del 76 carecen de todo horizonte intelectual para darse cuenta de la dialéctica en la que estaban inmersos. Margaret Tatcher termina con ellos, gracias a Dios, y sólo a eso debemos haber recuperado una incipiente democracia. Alfonsín llega a hablar del liberalismo político pero lo enfrenta al libre mercado y el resultado es otra vez el desastre. Menem, al lado del desastre, hace cosas elementales, como no emitir moneda y privatizar, mal, algunas cosas, y los argentinos creen que están en el colmo del capitalismo. Eso es lo importante: lo que las masas creen. Lamentablemente, eso es lo importante en la política.

De los guerrilleros vencidos a lo bestia en los 80, los sobrevivientes allí estaban. Agazapados, esperando el momento de la venganza, que llegaría en cualquier momento en la ruleta rusa de la política argentina. Y así Duhalde, después de otra de nuestras acostumbradas crisis institucionales, nos hace el regalito de ponernos a los Kirchner en el poder.

Lo demás es historia conocida. Sólo queremos recalcar una cosa: en medio de todo este dramático panorama de facciones enfrentadas hasta la literal muerte, la Argentina, ese país abortado ab initio, no logra desarrollar nunca una institucionalidad democrática donde cada partido sea una parte, no el todo, del país. Cada parte se considera el todo, y por ello cada parte acusa a la otra de apátrida. La dialéctica amigo-enemigo, como amigo o enemigo de "la patria" se instala en cada sector que le toca gobernar. Pero más en aquellos que beben obviamente de la fuente primigenia del autoritarismo previo al 53, que alcanza su éxtasis en 1945 y que se reproduce luego, bien marxistizado, en el 73 y en el 2003. Por eso el Kirchnerismo no tiene sólo un "estilo" de enojo, acusación y enfrentamiento: es un modo de pensar, muy coherente, de quienes no conciben una democracia liberal y republicana, donde todos están unidos en la misma Constitución y se alternan en el poder bajo partidos que no cuestionan al menos esa misma Constitución. No, bajo los presupuestos autoritarios, ello es imposible. Los kirchneristas son, coherentemente, la versión más acabada del una "evolución" del autoritarismo que va de la colonia española, pasa por Rosas, por Perón y llega a los montoneros que sencillamente actualizan el marxismo ya instalado por el peronismo originario. Pero la oposición a Perón no tiene salida, porque también responde al mismo esquema: el anti-peronismo sería la recuperación de la república, con una convivencia imposible con, sin embargo, el inexorable peronismo cultural que hasta los mismos anti-peronistas tienen. 

Pero eso sólo puede haber un relato, una historia, y por eso toda voz disidente es "destituyente". ¡Es que tienen razón!!! Claro que el kirchnerismo no tiene otra salida que destituirse, porque no acepta por coherencia doctrinal la alternancia en el poder. Se auto-destituirán a sí mismos, como lo están haciendo, pero muy lentamente, como un cáncer leeento, doloroso y progresivo, llevándose consigo al cuerpo del enfermo.

Eso es la Argentina, el país que nunca fue. Sin embargo, ¿qué importa que un país no sea? Finalmente, ¿que quiere decir un país? El único modo de constestarlo sin restos de colectivismo metodológico es recurrir a la distinción de Mises entre estado y nación. El estado no sería más que una unidad administrativa que logra unir institucionalmente a tradiciones culturales diferentes. Pero, claro, eso fue tal vez EEUU, no precisamente la Argentina. Pero de vuelta, ¿y qué? Que en el medio de este país que no fue, ha habido y hay personas. Personas que murieron y mueren en la más abyecta pobreza: hambre, desnutrición, etc. Perdonas que murieron y mueren en medio de guerras civiles y crímenes de lesa humanidad de ambos lados. Personas que viven una existencia sin proyectos, en un lugar detenido en el tiempo. Intelectuales que son perseguidos, de un lado y de otro. Pequeños comerciantes que no pueden salir adelante y mueren de angustia. Personas que mueren asaltadas por ladrones comunes y ladrones en el poder. Personas que mueren porque su ambulancia no puede llegar en una ruta cortada por el más abyecto sindicalismo o activistas enviados por el poder. Y así podríamos seguir y seguir enumerando las innumerables y espantosas tragedias cotidianas de millones y millones de personas, ya muertas, ya sobrevivientes, de este país que no fue, que no es y que no se............. No sé.



10 comentarios:

Anónimo dijo...

Gabriel, me parece muy interesante lo escrito, y creo que uno de los problemas fundamentales radica en la voluntad de poder de quienes buscan “gobernar” y de la ignorancia de quienes elegimos a quienes “nos gobiernan”...
De todas formas, y a pesar de mis límites sobre la lectura de la historia argentina como para emitir un juicio profundo sobre tu pensamiento, sí debo puedo decir que creo que gracias a aportes como este, de gente que se va dando cotidianamente en diario estudiar-pensar-escribir-DIALOGAR, sin miedo, esta sociedad (la argentina, la latina, y toda) puede llegar a ser más de lo que es, es decir, nosotros, podemos llegar a ser más de lo que somos.
Gracias. Ema

Anónimo dijo...

"Eso es lo importante: lo que las masas creen. Lamentablemente, eso es lo importante en la política".

Y sí. Evidentemente, en una democracia, lo más importante es lo que las masas creen porque son las que, mediante el voto, determinan el rumbo. La cuestión sería: quienes son los que le hacen creer tal o cual cosa a las masas? Qué intereses tienen? ¿Por qué discursos altenartivos (como el tuyo, por ejemplo) tienen nula representación en los medios de comunicación masivos? (Por la tele he visto a troskistas hablando lo mas campantes pero jamás un sólo "austríaco", ni ANCAP, o por lo menos ninguno que se presente como tal). ¿A qué poderosos intereses no les conviene? ¿Existe algún actor económico de peso que realmente crea en el libre comercio? ¿O es éste mas bien un credo de intelectuales y académicos que los grandes jugadores del comercio (tanto nacional como internacional), dicen abrazar pero traicionan cada vez que pueden, con o sin la complicidad del estado? Preguntas que me hago, y que te hago. F.P.

Gabriel Zanotti dijo...

Ni idea che, cada vida es distinta. Es verdad que yo no existo para los medios de comunicaciòn tradicionales pero ni idea de por qué. Otros liberales sí, aunque obviamente son pocos.... ¡Porque son pocos!!! Un abrazo. Un día venite a la Austral a tomar un feca.

Anónimo dijo...

Acepto gustoso la invitación. Cuando pueda hacerme una escapada, te aviso. F.P.

Anónimo dijo...

Escalofriante. Te felicito por tu análisis, Gabriel. Nada más ni nada menos que la historia de la decadencia argentina... a veces sueño con vivir en la ignorancia...
Siempre te leo. Un saludo.

Anónimo dijo...

Hola Gabriel,

De acuerdo con tu nota. Clarísima.

Pero siento que esta gente no sólo está en contra del liberalismo o la sensatez. Creo que ya son mayoría los que cuestionan el descubrimiento de América. Y no paran allí, sino que quieren seguir destuyendo hasta las estatuas de Pasteur e Hipócrates.

También me preocupa que la poca gente que opina en la web no usa su nombre:¿hay temor a ser identificado?
¡Bueno por lo pronto yo soy Carlos Stella con tres trimestres en el ELEFE!

Saludos,

Carlos Stella

Anónimo dijo...

Con todo respeto, no le debemos nada a Margaret Thatcher. Si la Argentina ganaba la guerra de Malvinas los militares hubieran convocado a elecciones para legitimarse, y de seguro las hubieran ganado. Me dirán que sería una pseudo democracia, pero hubiera tenido 2 virtudes: la primera, hubiéramos ganado la guerra (espero que no haya alguien que haya celebrado la derrota porque volvía una libertad abstracta que en estos días está degenerando en una tiranía) y segundo, no hubieramos sido humillados con políticos de la calaña de Alfonsín por ejemplo, glorificado ahora pero conspirador en aquellos aciagos días de 1982 y luego ejecutor de la venganza inglesa contra las Fuerzas Armadas en el llamado Nuremberg argentino, servil tarea ofrendada a Su Graciosa Majestad. A propósito, ¿por qué no juzgó a su amigo Harguindeguy, uno de los responsables de lo que ocurrió en aquellos tiempos? Margaret Thatcher fue una enemiga, astuta e inteligente pero enemiga al fin, que no vaciló en aliarse con ese "demócrata" que fue Pinochet para combatir la dictadura de este lado de la Cordillera.

Gabriel Zanotti dijo...

Perdón: "¿mi amigo?" ???????????????????????

Anónimo dijo...

Muy buena reflexión Gabriel.
Yo ya no creo en la Argentina.
Hace aproximadamente 10 Años, que es cuando comencé a tomar conciencia de la historia de este país y sus gobernantes.
Todas las oportunidades que supimos tener, las supimos desaprovechar.

NADIE NUNCA SE PREGUNTO POR QUE? QUE NOS PASO A LOS ARGENTINOS?

Yo creo que es una cuestión genética ya, o racial. Hasta escapa de lo que podamos hacer.
ARGENTINA NO VA A CAMBIAR NUNCA.

Los argentinos tenemos un virus cultural -para mi incurable- mezcla de ignorancia, joda, corrupción, bananerismo, el "no te metas", miedo, silencio, masoquismo, etc. UNA ENFERMEDAD NEGATIVA TOTALMENTE AUTODESTRUCTIVA.

NO ES EL GOBERNANTE EL QUE ANDA MAL, ES EL ARGENTINO QUE ANDA MAL.

SOMOS Y SEREMOS SIEMPRE UN PAIS TERCERMUNDISTA. NUNCA PODREMOS TENER UN SISTEMA QUE FUNCIONE COMO EN EL PRIMER MUNDO, porque nuestra genetica nos lo impide.

SOLO CREO EN ALGUNOS ARGENTINOS.
Y NO ES PESIMISMO, es un analisis RACIONAL de la problematica argentina.

Un abrazo, M. G.

Anónimo dijo...

Muy buena reflexión Gabriel.
Yo ya no creo en la Argentina.
Hace aproximadamente 10 Años, que es cuando comencé a tomar conciencia de la historia de este país y sus gobernantes.
Todas las oportunidades que supimos tener, las supimos desaprovechar.

NADIE NUNCA SE PREGUNTO POR QUE? QUE NOS PASO A LOS ARGENTINOS?

Yo creo que es una cuestión genética ya, o racial. Hasta escapa de lo que podamos hacer.
ARGENTINA NO VA A CAMBIAR NUNCA.

Los argentinos tenemos un virus cultural -para mi incurable- mezcla de ignorancia, joda, corrupción, bananerismo, el "no te metas", miedo, silencio, masoquismo, etc. UNA ENFERMEDAD NEGATIVA TOTALMENTE AUTODESTRUCTIVA.

NO ES EL GOBERNANTE EL QUE ANDA MAL, ES EL ARGENTINO QUE ANDA MAL.

SOMOS Y SEREMOS SIEMPRE UN PAIS TERCERMUNDISTA. NUNCA PODREMOS TENER UN SISTEMA QUE FUNCIONE COMO EN EL PRIMER MUNDO, porque nuestra genetica nos lo impide.

SOLO CREO EN ALGUNOS ARGENTINOS.
Y NO ES PESIMISMO, es un analisis RACIONAL de la problematica argentina.

Un abrazo, M. G.