domingo, 27 de julio de 2008

WOODY

Bueno, basta de Dios, no, pero de la política argentina, sí. Hablaremos hoy de un admirado genio que mereció siempre nuestra atención (como Feyerabend). Reproduzco hoy un artículo que escribí sobre Woody Allen en 1997. A pesar de que han pasado más de 10 años, no he cambiado el eje central de mi interpretación. Espero pues los comentarios de los filósofos y los cinéfilos. Sea también un recuerdo para con mi querido ex alumno Fernando Fratantoni, un underground total, genio, buenazo y despelotado, que obviamente no pudo ser entendido ni aprovechado por el soviet de la educación formal argentina. Fernando, donde estés, un enorme abrazo.

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Interpretating Woody

Por Gabriel Zanotti*
Octubre de 1997.

(“Interpreting Woody” en La Mulita, Año 1, Nro. 2 - Noviembre 1997.)



El objetivo de este pequeño ensayo es esbozar una pauta interpretativa global de las películas de Woody Allen. Con ello creo que podremos contestar provisoriamente a esta difícil pregunta: qué es lo que anima a todas sus películas? Cómo “ubicarlas” a todas en una misma perspectiva?
En mi opinión, Woody Allen es uno de los ejemplos más claros de una “búsqueda metafísica” a través del gran arte de nuestro siglo: el cine. Al principio, en un período que podríamos calificar como pre-metafísico, Woody parece plasmar en la pantalla lo que sería sólo una versión fílmica de su pasado como comediante. Ese período abarca desde Take The Money and Run (1969) hasta -tal vez- Manhattan (exclusive; 1969) o Midsummer Night’s Sex Commedy (inclusive; 1982). En esos años, el tema del sentido último de la vida aparece casi como insinuado, y hay que estar alerta para no perderlo en medio de lo que perece ser sólo una genial comicidad. Hay una clave al final de Sleeper (1973) donde un Woody extrañamente seguro contesta que cree solamente en “el sexo y en la muerte” (después de haber dejado a Dios en una duda respetuosa y a los movimientos revolucionarios y a los dictadores en una burla sanamente irrespetuosa, como en Bananas [1971]).
Pero desde The Purple Rose Of Cairo (1985) hasta Shadows and Fog (1992) su búsqueda metafísica se incrementa; estamos propiamente en un período metafísico. Sin perder su genial comicidad, se deslumbra el filósofo produndo, que plantea con total claridad el problema del sentido de la vida, donde el esquema general es el siguiente: se esboza al principio una respuesta positiva que “muere” finalmente en una tragicómica duda o desilusión. La profundidad del planteo y la resolución son filosóficamente admirables. El tema del ser o el no ser en The Purple Rose of Cairo; la búsqueda del sentido global de la vida en Hannah and Her Sisters (1988); la defensa del propio yo y el valor de la individualidad en Zelig (1983); el drama de la conduca moral, Dios, y el perdón que no llega en Crimes and Misdemeanors (1989), y la resolución final del tema de la muerte en el sentido de que sólo se la vence si se la coloca como una ilusión, en la secuencia final de Shadows and Fogs1, son elementos que corroboran nuestra hipótesis interpretativa.
En el período post-metafísico (desde Husbands and Wives -1992- hasta Everyone Says I Love You2 -1997-) el gigante parece descansar. En cierto sentido, ha alcanzado una respuesta: la vida no tiene sentido, pero tomémoslo con humor y no perjudiquemos a nadie. Este período tiene un tema coherente con esa respuesta: la absoluta casualidad. Insinuada en las anteriores, se observa claramente en Mighty Apphrodite (1995), donde la madre de su hijo que no sabe que es la madre de su hijo tiene otro hijo que él no sabe que es su hijo, y tiene su expresión máxima en Everyone Says I Love You, donde se suceden una serie de episodios sin ilación de unos con otros, y donde el musical frente al velorio del abuelo es el mensaje claro de este escepticismo cómico-existencial.
Woody busca a Dios. Si lo encontró o no, si lo encontrará o no, es “God’s job”, no el nuestro. Pero Woody tiene, según Heidegger, una existencia auténtica. Asume con total valentía el tema. Y lo trata con arte incomparable (por algo su cine es “cine de autor”) y total caridad. Sobre todos sus personajes (excepto, y no casualmente, el exitoso director hollywoodense de Crimes and Misdemeanors) cae un manto de misericordia.
“Felices los misericordiosos, porque ellos obtendráan misericordia”, dijo Jesús.
Amen.

* El autor quiere agradecer a Fernando Fratantoni por su asesoramiento técnico en cuanto al total de las películas de Woody Allen por año y título.

1 Esta película se entiende a partir de El séptimo sello, de Bergman.
2 La última vista en nuestro medio.

3 comentarios:

Frano dijo...

Muy bueno. Me has dado ganas de ver algunas películas que no he visto (Ej.: La rosa púrpura del Cairo... sí, no me mates, no la vi!).

Lo único que lamenté al leer tu escrito es no encontrar una referencia a la película de él que más me impactó: La otra mujer.

Me parece que su temática tiene muchísimo que ver con lo que decís.

Me encantaría conocer tu opinión (filosófica y artística) sobre esa película de Allen. Qué plomo, ¿no? :-D

Un gran abrazo.

Frano

Gabriel Zanotti dijo...

La otra mujer es una de las más importante pelis de Woody. No la nombré sólo por una economía de espacio y de ejemplos. Pero es una de las 5 pelis de Woody comentadas en mi "Filosofía para los amantes del cine"............ ¿Lo tenés?

Anónimo dijo...

A mi me resulta un personaje curioso pero no me causan gracia los problemas que se crea a si mismo ni me parece un genio del cine .
Es un neurótico que ha explotado bien su neurosis para que otros neuróticos paguen para verlo . De ahí su éxito comercial en Bs As , (una de las ciudades con más psicólogos por habitante) y su poco éxito en otros sitios y entre los no intelectuales . Esto le acentúa a su vez el rasgo elitista , si no conocés y admirás a Woody "no pertenecés" a ese ambiente . Si decís "no me gusta Woddy Allen" recibirás la piadosa mirada del desprecio .
Siempre me deja la impresión que si hubiera tenido su cable a tierra (y no hablo del clarinete) en el momento justo , que en nuestra cultura es el amor-respeto del padre hacia el hijo , hubiera vivido con una tasa menor de angustia y ansiedad que hacen definitivamente a la felicidad personal y del prójimo...aunque quizás ya no hubiera necesitado hacer sus películas ni pagar tantos años de psicoanálisis . Además sus admiradores se desvanecerían porque ya no sería W.Allen .
Una paradoja , que para mostrártela , este hombre te cobraría la entrada . Un abrazo desde el llano . M.S