domingo, 29 de junio de 2008

HACIA EL TOMISMO DEL S. XXI (III)

Siguiendo con el tema del “tomismo del s. XXI”, reproducimos esta semana la crítica que en su momento hicimos al libro de filosofía del lenguaje de Nubiola y Conesa, antes de que aparecieran en nuestro medio los estudios de filosofía del lenguaje de Francisco Leocata, que ya reseñamos en este blog. Si se lee con atención, se verá que la preocupación es casi la misma que teníamos cuando reseñamos el libro de Artigas, incluso se reitera el problema del “olvido de Husserl”, problema que se supera con la obra de Leocata. Lo curioso de este caso es que al menos uno de estos autores, estoy seguro, negará enfáticamente que él sea “tomista”. Supongo que es un síntoma de todo lo que venimos hablando, o una cuestión de definiciones, pero para colmo a mi amigo Jaime tampoco le gustan las definiciones, así que espero su comentario o su sonrisa pícara del otro lado del océcano.
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Crítica al libro “Filosofía del lenguaje”, de Nubiola-Conesa, Herder, Barcelona, 1999, en Studium (2001), Tomo IV, Fasc. VII, pp. 121-124.

No es habitual que un aficionado a la filosofía del lenguaje haga una crítica académica sobre un tema que no es de su especialidad. En efecto –para cumplir con la autopresentación de sí mismo correspondiente a las condiciones dialógicas habermasianas- me dedico habitualmente a filosofía de las ciencias y, desde allí, ciertos temas afines como la lógica, la hermenéutica de la base empírica y el tema del significado como criterio de demarcación (debate Carnap-Popper) me han llevado necesariamente a temas de filosofía del lenguaje, un mundo inconmensurable e importantísimo que, precisamente por elllo, requiere, en cierto modo, toda una especialidad.
Sin embargo, este libro, que ahora comento, tiene algunas peculiaridades que me han permitido saltar el delicado territorio de la especialización –salto que a veces es necesario dar-.
Lo que habitualmente conocemos como “tomismo” (y qué es eso es una pregunta que, por ahora, permítaseme dejar sin respuesta) no se ha ocupado de filosofía del lenguaje. Hay, por supuesto, una filosofía del lenguaje de la cual muchos tomistas se ocupan: qué dijo Tomás sobre los nombres divinos, sobre la analogía, sobre su denso y rico lenguaje para expresar sus no menos densos razonamientos metafísicos; los debates intra-escuela sobre la predicación del acto de ser, etc. Pero lo que no hay es un diálogo con lo que habitualmente se entiende como filosofía del lenguaje, esto es, la contemporánea. Por supuesto, quien parta del respetable punto de partida de que ese diálogo no vale en absoluto la pena puede cesar aquí la lectura de esta reseña y no perder más su tiempo.
Si ha seguido leyendo, vuelvo a decir que, en muchas universidades de orientación cristiano-católica, nuestros alumnos no se forman en absoluto en los intrincados y difíciles temas de filosofía del lenguaje. Sí, ven a algunos autores en historia de la filosofía contemporánea, pero como un mundo aparte, cuya conexión con “la verdad” (Tomás de Aquino) corre por cuenta del aventurado que intente efectuarla.
Hay, por supuesto, todo un mundo “tomista” que se ha ocupado de filosofía del lenguaje, esto es, filosofía del lenguaje actual. Pasando por el tomismo analítico[1], siguiendo por la lógica de Bochenski[2] y llegando a los nunca del todo valorados esfuerzos de Llano[3] y “el Nubiola del 84”[4] hay todo un mundo de intento de diálogo y síntesis superadoras hechas desde el mismo corazón de personas de formación “tomista” (sigo colocando esa misteriosa palabra entre comillas). Pero ese mundo tampoco parece llegar a nuestros alumnos.
Hay, por lo demás, infinidad de ejemplos de manuales de filosofía del lenguaje muy bien hechos. Nosotros podríamos citar unos pocos. Pero, nuevamente, son “otro mundo”.
Nubiola y Conesa han logrado cruzar el puente entre esos dos mundos. No estamos en presencia de un simple manual hecho desde cierta perspectiva actual, sin diálogo con Tomás, ni tampoco en presencia de otro manual que explique otra vez la especie sensible expresa, impresa y súper-expresa, el signo formal y la cogitativa. No. Estamos en algo que cumple lo que se espera de un buen manual –introducir al principiante- pero desde una síntesis personal que los autores han hecho entre lo que conjeturamos es lo mejor de Sto. Tomás con los planteos más interesantes de la filosofía del lenguaje actual. Lo que quiero decir es: los autores no escriben con la intención de presentar una síntesis nueva y revolucionaria. Simplemente, ya la tienen, ya la viven, y desde ella escriben con toda humildad lo que parece ser un texto elemental pero no lo es.
Así, nos encontramos con los temas que cualquiera esperaría en un texto como este –una semiótica, con sus aspectos semánticos y pragmáticos histórica y temáticamente presentados- pero, si no nos damos cuenta, pasamos por alto cuestiones importantísimas. Cuestiones tales como una teoría del signo donde Peirce y la noción tradicional del signo formal y la intencionalidad conviven perfectamente, con un Wittgenstein abierto a la metafísica desde su propia teoría de los juegos del lenguaje, con una teoría de la verdad donde la “adecuatio” es separada límpidamente de todo tipo de representacionismo objetivista; con toda una pragmática donde el tema del contexto lleva a una hermenéutica donde autores tan complejos como Heidegger, Gadamer y Ricoeur son rodeados de un realismo que desde el principio del texto había sido el secreto puente de unión entre la tríada inseparable de pensamiento, lenguaje y mundo. Y, como si esto fuera poco, el libro concluye con una teoría del lenguaje religioso que es importantísima para la formación de cualquier seminarista que quiera entender al mismo tiempo el realismo filosófico y el contexto filosófico del mundo en que vive, viendo que de esa armonía surge una mayor, y no menor, interpretación –valga la redundancia- del fenómeno del lenguaje.
Textos como este son muy escasos en ambientes filosófico-cristianos. La renovación de nuestros textos básicos de formación no es una tarea fácil ni exenta, obviamente, de riesgos. Pero no podemos seguir en esta dialéctica aparentemente sin solución: o nuestros alumnos conocen sólo a Sto. Tomás (bueno, ojalá lo conocieran realmente a él muchos que se jactan de conocerlo) o lo enterramos a 200 metros bajo la tierra como símbolo de nuestra apertura al mundo actual. No: la apertura al mundo actual debe darse desde una sólida formación en los textos de Sto. Tomás, junto con una actitud, una pre-comprensión, podríamos decir, de empatía a los autores contemporáneos, superando el pre-concepto negativo, en términos gadamerianos, de que todos ellos padecían de una grave oligofrenia porque no hablaban del actus essendi ni de la quidditas rei materialis.
Por supuesto, lo dicho no implica a) que la síntesis propuesta por los autores esté libre de crítica, b) que lo hayan hecho todo. Obvio, pero hay obviedades que parecen no ser tales. Los autores odiarían estar libres de crítica; están formados en una tradición peirciana donde la mutua crítica de la comunidad científica es la mejor caridad mutua, y han preferido el riesgo de transitar caminos hasta ahora inexplorados que quedarse amarrados a ese puerto “seguro” donde el temor al error predomina al amor a la verdad.
Ahora bien: hay algo que en mi opinión “falte”? Esa pregunta supone si hay algún autor contemporáneo que en nuestra opinión sea relevante para la teoría de la verdad y el significado, tan relevante que hubiera merecido ser puesto a la altura de Peirce, Wittgentein, Gadamer, etc. Sí: es Husserl. No el Husserl espereotipado supuestamente idealista de la reducción eidética de Ideas I. Hablamos del Husserl del acercamiento asintótico a los aspectos de la esencia; al Husserl de la empatía, la intersubjetividad, el mundo vital[5]. Si se quiere una pragmática y una hermenéutica realista, esos elementos no pueden faltar.
Pero no criticamos a los autores por este “olvido de Husserl”. Nadie puede hacerlo todo. Es obvio, por otra parte, que al menos uno de los autores proviene de una tradición donde Husserl parece muy asociado a un justificacionismo cartesiano que poca justicia hace a una intersubjetividad linguística, esencial para la teoría del significado. Pero estas cosas se irán aclarando con el tiempo.
Tiempo: esa es la clave. No sé bien, aún, qué es el tomismo del siglo XX, pero tiene el indudable mérito de haber rescatado y explicado al Tomás del actus essendi. Pero tenemos todo el siglo XXI para construir al tomismo del siglo XXI. En ese sentido es providencial, tiene forma de anuncio, que esta síntesis, presentada bajo la forma de un humilde manual, haya aparecido en 1999, junto con el programático cap. VII de la “Fides et ratio”. Siguiendo una analogía de Putnam que le gusta citar a Nubiola[6], estamos todos en alta mar, en medio de maderos, contruyendo pequeños o grandes barcos y hablándonos los unos a los otros. Si el tomismo del siglo XXI quiere carta de ciudadanía en esa aventura, no se presentará como un destructor cargando sus cañones contra los herejes, sino como un rostro amigo que tiene un hermoso casco, una hermosa base, desde la cual dialogar, ayudar y dejarse ayudar. Suponer lo contrario es suponer que el legado filosófico de Tomás es lo mismo que la visión beatífica.

[1] Ver al respecto Nubiola, J.: “Neopositivismo y filosofía analítica: balance de un siglo”, para Acta Philosophica, Octubre 1999; Kenny, A.: (Editor): Aquinas: A Collection of Critical Essays; MacMillam, 1969.
[2] Bochenski, I.M.: Historia de la lógica formal; Gredos, Madrid, 1976. En la misma línea, ver Moreno, A.: Qué es la lógica matemática; Columba, Buenos Aires, 1967.
[3] Llano, A.: Metafísica y lenguaje; Eunsa, Pamplona, 1984.
[4] Nubiola, J.: El compromiso esencialista de la lógica modal; Eunsa, Pamplona, 1984.
[5] Ver al respecto las siguientes obras Husserl: Ideas II, Kluger Academic Publishers, 1989; The Crisis of the European Sciences; Northwesten University Press, 1970; Problemas fundamentales de la fenomenología; Alianza, Madrid, 1994.
[6] Nubiola, J.: La renovación pragmatista de la filosofía analítica; Eunsa, Pamplona, 1994.

domingo, 22 de junio de 2008

HACIA EL TOMISMO DEL S. XXI (II)


Comenzamos bajo ese título con una serie de intentos de mostrar una filosofía de Santo Tomás de Aquino en diálogo con filosofías del s. XX y abierta al s. XXI. Ya habíamos comenzado con esto cuando expusimos la obra de Francisco Leocata. Nuestro segundo abordaje será la reproducción de la crítica a lo que considero la obra principal de Mariano Artigas sobre filosofía de la naturaleza y filosofía de la ciencia, colocándolo como un ejemplo de ese tipo de tomismo. Lo publicamos también como un homenaje, ya que Mariano Artigas falleció en Diciembre de 2006. La crítica que reproducimos aquí fue publicada en Studium (2001) tomo IV, fasc. VII.
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Artigas, Mariano: La mente del universo. Eunsa, Pamplona, 1999. 465pp.
Por Gabriel Zanotti


Estamos ante un libro absolutamente único en su género, que hace nuestra tarea singularmente difícil. Una primer cuestión que queremos introducir para facilitar algo nuestra labor será definir nuestro lector ideal. Artigas escribe desde Navarra para el mundo. Puede ser que lo escuchen. Mi preocupación es que lo escuchemos nosotros. Yo escribo desde Artigas para los alumnos de universidades católicas.
Hace unos años tuve como alumno a un chico "gift", un superdotado. No estaba bautizado y las autoridades del lugar donde estudiaba estaban aterrorizados de él porque torturaba a alumnos y profesores creyentes con superdotadas preguntas. Posiblemente parte de la terrible maldad de quien escribe esta crítica es que yo me divertía enormemente con esas preguntas; lo único que puedo decir en mi defensa es que también me las hacía a mí. Recuerdo bien su estilo: entraba directamente a mi oficina y sin mediar introducción lanzaba su ataque y sus ojos se quedaban examinando, evaluando y calificando la respuesta. Sólo una vez, creo, me saqué un 10. Entró al despacho, y directamente, preguntó: qué es la vida? Su evaluado profesor se reclinó pícaramente sobre su asiento y, pausadamente, contestó: "es un determinado nivel en la auto-organización de la materia". Fue la primera vez que mi superdotado y agnóstico alumno puso cara de asombro. Fue la única vez que tardó unos segundos en decir algo. Luego le confesé que me había "copiado" en el examen: Mariano Artigas me había "soplado".
La pequeña historia introduce al tema. Hace años que Mariano Artigas se viene dedicando a filosofía de las ciencias y a filosofía de la naturaleza. Tiene doctorados en Física y en Filosofía. Pero no radica allí su peculiaridad.
Los estudios tradicionales de filosofía y teología en universidades católicas tienen de sobra manuales de filosofía de la naturaleza que siguen la tradición de Aristóteles y Santo Tomás. Dentro del tomismo ddel siglo XX, la dedicación a filosofía de la naturaleza constituye todo un mérito, y también constituye un mérito el esmero en la conservación de esa tradición. Empero, desde mediados del siglo XIX hasta hoy, la física contemporánea ha superado el mecanicismo de la física moderna y ha constituído ella misma una cosmovisión en sí, desde la cual se hace filosofía de la naturaleza y metafísica. Eso está ahí, "afuera". En las aulas, el alumno oye hablar de forma sustancial, de acto y potencia, de cambio y movimiento, de materia prima. Lo aprende más o menos de memoria sabiendo que es importante entender que el alma es forma del cuerpo y que la sustancia no es lo mismo que los accidentes, con fines noblemente teológicos. Mientras tanto, "afuera" se habla de física cuántica, del principio de indeterminación, de energía concentrada y de energía expandida, del big bang y el big chash, de lo infinito del universo, de relatividad, de la emergencia y evolución de los vivientes, de materia infinitamente dividida en partículas, partículas y más partículas (dónde quedó el "unum" allí?), de la materia autoorganizada y del caos. Pero el caos se produce en la mente de aquel que quiera saber qué tiene que ver lo que aprendió con lo que la ciencia de su tiempo le dice. Qué actitud adoptar? Finalmente ninguna, porque hay que dar los exámenes y recibirse. Pero, y la verdad? En qué medida estamos siendo fieles a la verdad? Puede un manual tomista de principios del siglo XXI ser escrito de espaldas a la ciencia de su tiempo? Sí? Entonces la filosofía de la naturaleza de Tomás no tiene nada que decir a la ciencia de su tiempo, excepto la acusación de oligofrenia porque no "entiende" la forma sustancial, acusación escrita desde un contemporáneo y muy científico computador? O entonces la ciencia de nuestro tiempo no tiene nada que decir a la filosofía de la naturaleza de Tomás, excepto la acusación de sin sentido absoluto, de retraso (hasta mental) irremediable, o, como mucho, una actitud de respeto ante algo absolutamente histórico?
No, por supuesto que no. Ni una cosa ni la otra. Claro. Sí, claro, pero mientras tanto la situación sigue igual: los manuales dicen una cosa, los científicos otra. No. En todos los aspectos, Sto. Tomás es perenne no porque sea un conjunto de fórmulas muertas (y lo peor de lo muerto no es que no cambia, sino que da mal olor) sino porque es un contenido y un estilo de filosofar tan vigoroso que siempre puede ponerse en diálogo con su tiempo. Y Artigas lo vio, y muy claramente.
Ya en 1989 y en 1992 publica dos obras donde se podía ver un progreso real del pensamiento tomista que, coherentemente con el estilo de Tomás, guarda lo mejor de la tradición y desde ella la renueva. Esas dos obras eran, respectivamente, Filosofía de la ciencia experimental y La inteligibilidad de la naturaleza. Pero Artigas no se quedó allí. Hay veces que, en el pensamiento de un autor, lo que parecían ser sus obras definitivas no eran sino el preanuncio de su gran obra de síntesis. Y estamos ante ella. El pensamiento de Artigas siguó madurando hasta esta obra donde tenemos algo único, que "debe", en nuestra opinión, ser considerado primero más por un tomismo anquilosado (contrario al espíritu de la filosofía de Tomás) que por el pensamiento "no" tomista. En este libro tenemos una síntesis de filosofía de la ciencia y de la naturaleza en diálogo permanente con todos los aportes de la ciencia contemporánea. Una auténtica renovación de los contenidos que habitualmente estamos acostumbrados a estudiar.
Me detengo ante una obvia objeción. Que sea un diálogo, una síntesis nueva, una renovación, lo constituye en verdadero en todos sus aspectos? No, desde luego, aunque obviamente veremos que esta síntesis tiene poco que temer en cuanto a errores gruesos. Pero lo constituye en un ejemplo a seguir, en un estilo digno de ser continuado, al cual, por supuesto, lo peor que podemos hacer es quitarle el "elogio" de la crítica. El espíritu de la síntesis de Artigas, más que todos los detalles concretos de su contenido, es aquello que esperamos sea un oleaje sanamente imparable y contagioso para todos los textos de filosofía de naturaleza de los tomistas del siglo XXI.
Pero, cuál es la "fórmula" de Artigas? La clave está en la sistematización detallada (son unas 400 bellas y densas páginas) de los supuestos e implicaciones de la ciencia, que se encuentran, ellos mismos, fuera de lo que la ciencia, según su método, puede decir, pero que son retro-alimentados, ampliados y precisados por los contenidos de la ciencia actual. He allí la clave. Los supuestos (fundamentos) e implicaciones (logros) de la ciencia no están analizados desde la ciencia misma, sino desde la filosofía de la naturaleza y de la ciencia. Artigas no elabora, por ende, los fundamentos últimos de su filosofía desde la ciencia. Pero esta última retro-justifica, los amplía y los precisa. Por eso está síntesis tiene como componente esencial el diálogo con los contenidos de la ciencia actual. Por ejemplo, la ciencia positiva actual no fundamenta que el unum se de en los vivientes. Pero los logros de la biología actual retroalimentan la unidad, amplía su significado y precisa su contenido. Desde luego, para hacer eso, punto por punto y caso por caso, se requiere una capacidad de distinción permanente y un entrenamiento constante en la no-confusión de niveles de análisis. Pero en ese sentido es donde Artigas más sigue a la tradición de Tomás: porque es él quien entrena permanentemente en esa forma de filosofar. El "oportet distinguere" no está dicho cada dos renglones pero está tácito en cada línea de esta obra.
Y cuáles son esos supuestos? Son tres: ontológicos, gnoseológicos y antropológico-valorativos. En esa tríada Artigas ha logrado colocar todas las preocupaciones de la ciencia contemporánea en armonía con lo "más perenne" (si se nos permite esa expresión) de la filosofía de Tomás. Demos algunos ejemplos.
En el orden ontológico, una de las cuestiones más importantes y fundantes está en la auto-organización de la materia. Hay en la materia, en todos sus niveles, una autonomía de las causas segundas. No son títeres en las manos de Dios ni tampoco absolutamente autónomas de su "sostén en el ser". Sí, ya sé que eso ya lo sabemos. Pero Artigas toma a las teorías actuales del origen del universo, del origen de la vida, del caos y del azar, las depura de reduccionismos y malentendidos y las explica en armonía con la concepción de Tomás de la naturaleza, que no es otra cosa sino "...el plan de cierto arte, concretamente un arte divino, inscrito en las cosas, por el cual esas cosas se mueven hacia un fin determinado: como si quien construye un barco pudiese dar a las piezas de madera que pudieran moverse por sí mismas para producir la forma del barco" (Comentario de la Física, libro 2, cap. 8, lecc. 14, n. 268), impresionante cita de Tomás que Artigas ha rescatado del olvido para refrescar la memoria de aquellos que desde la ciencia actual niegan a Dios y a todo lo religioso y también la de aquellos que desde Dios (y cierto tomismo no está excento de esto) han tachado como herética cualquier teoría que de pie a algo de evolución en la naturaleza misma.
En el orden gnoseológico, Artigas hace un largo rastreo por los avatares de la racionalidad en la filosofía de las ciencias contemporánea. No le cuesta nada hablar de una racionalidad creativa, interpretativa, cualitativa, que usa la intuición, no reducida a la racionalidad cuantitativista del iluminismo inmanentista. Pero no sólo porque, otra vez, la noción de racionalidad de Tomás tiene cuerda suficiente para ello, sino porque Artigas redescubre a esa racionalidad depurada de positivismo en las discusiones de los epistemólogos contemporáneos, desde Popper hasta Feyerabend. Artigas tiene un estilo muy peculiar: no es popperiano, ni kuhuniano, ni lakatosiano, no se casa con nadie, pero no es "anti" nadie. Atento a criticar cualquier exageración y/o reduccionismo que encuentre, rescata, al mismo tiempo, toda gota de verdad de estos autores, los comprende en su época, explica sus límites, precisa su lenguaje. Uno puede disentir con este o aquel detalle de interpretación de tal o cual autor, pero hay que destacar dos cosas: la conclusión y el estilo. El estilo es no ser antinadie sin casarse con nadie. Estilo digno de ser considerado. La conclusión está en la misma noción de racionalidad: una racionalidad creativa y hermenéutica, que alcanza certezas en una verdad contextual. Pero, reiteramos, redescubierto todo ello en autores contemporáneos que, a veces, no tenían ellos mismos conciencia del valor de lo que estaban diciendo.
Por último, en el orden valorativo, la ciencia tiene valores. Está "cargada de valores". Desd la sóla búsqueda de la verdad, hasta la importancia y selección de los temas a tratar, queda totalmente descartada la separación absoluta entre ser y deber ser en la ciencia. No se trata simplemente de decir que un científico describe objetivamente los hechos aunque después deba orientar moralmente bien sus resultados. No: el punto es que en el contenido mismo de los que se dice hay una hermenéutica previa sobre la importancia, sentido y finalidad de lo que se está diciendo. Esto vale para la ciencia como para cualquier proferencia linguística.
Después de todo esto, tal vez alguien se pregunte: qué falta? Cuáles son las críticas? Ante todo, si nada faltara, si no hubiera nada que criticar, todo lo que hemos elogiado estaría en contra del espíritu de filosofar que hemos elegido. Toda síntesis humana es perfeccionable e incompleta, y reclama, pide, como elogio, diversidad de opiniones críticas, que colaboren, desde diversas perspectivas, con la búsqueda del autor.
Desde nuetra perspectiva, sólo queremos proponer lo siguiente. En la misma línea de Artigas, un autor que ayudaría mucho es Husserl. No sólo por la crítica de Husserl al positivismo, no sólo por el tratamiento de Husserl al tema de la esencias, tema ante el cual Artigas es sumamente sensible, sino porque entre la filosofía de la naturaleza y la ciencia experimental hay en estadio intermedio que ayudaría a depurar el diálogo y los límites entre una y otra: el mundo vital, el mundo de la vida, cuya certeza no es la del metafísico ni tampoco la razonable certeza de una teoría bien corroborada. Decimos esto porque es de la certeza no problemática de su mundo vital que el científico se eleva hacia su hipótesis. Una fenomenología del mundo vital, como la propuesta por Husserl en La Crisis de las ciencias europeas, debería ser re-elaborada, en diálogo con la tradición tomista, para explicar: a) de dónde parte el científico, b) por qué su mundo vital no lo arroja a una hermenéutica relativista y post-moderna de su punto de partida.
En la misma línea, en los supuestos gnoseológicos debería hacerse más explícito el diálogo entre la filosofía de las ciencias, la hermenéutica y la filosofía del lenguaje actuales. Pero un autor no lo puede todo. Por eso llamamos a la interdisciplinariedad. Artigas vive una hermenéutica realista, pero hay que sistematizarla. Eso también es una terea urgente del tomismo del siglo XXI. Que la ciencia es una interpretación del mundo está totalmente asumido por Artigas. A su vez, está asumido que es una interpretación que tiene un alto contacto con la verdad. Pero eso no es tan fácil de explicar frente a las interpretaciones postmodernas de la hermenéutica. Trabajo pendiente.
Por último... El diálogo con Popper llega a su máximo nivel de acuerdo en este libro. Pero no me detendré en este punto. Porque el diálogo Artigas-Popper da para todo un ensayo. Que Dios nos de fuerzas, en honor de Artigas.

miércoles, 18 de junio de 2008

FELICITACIONES SRA. PRESIDENTA POR SU DISCURSO

Si, es verdad. Dijo usted hoy, miércoles 18 de Junio, cosas que comparto plenamente. Un liberal clásico no podría menos. Que los pueblos no deliberan ni gobiernan sino por parte de sus representantes. Que no son cacerolas, bocinazos o insultos los mecanismos de representación popular. Que no se deben cortar rutas. Que debe respetarse el orden institucional. Que quien piense diferente, que haga un partido político. Impecable. Una lección de gobierno representativo e instituciones democráticas. Estuvo a punto de nombrar usted al liberalismo político, como lo hizo coherentemente Alfonsín en su primera presidencia, a quien aludió irónicamente usted, sin nombrarlo, hace poco.
Y esto lo dice alguien que tiene escrito y firmado, en su blog y en su vida, que no se deben cortar rutas, y que la Argentina es un país endémicamente violento desde el punto de vista institucional.
Pero, ¿qué autoridad política tiene usted, señora Presidenta, para afirmar todo ello?
Ninguna. Sencillamente ninguna.
Y esto no es un insulto. En la vida, en todos sus órdenes, hay que ganarse la autoridad moral para hablar, que no viene dada por ningún titulillo o certificado, sino por la coherencia de nuestros actos y principios. Señalarle a usted que no la tiene, señora Presidenta, forma parte de ese orden institucional, de ese derecho a la libertad de expresión que tiene alguien que no fue ni irá nunca a agitar ninguna cacerola delante de la Quinta de Olivos.
¿Qué autoridad política tiene usted para hablar de democracia, de instituciones, de república, para criticar a los violentos o a los cortes de ruta?
¿Qué autoridad tiene usted, que desde la década del 70 apoyó a quienes recurrieron a la violencia?
¿Qué autoridad tiene usted, que ha avalado y alentado los cortes de ruta de los asambleístas ecologistas contra Uruguay?
¿Qué autoridad tiene usted, que avaló y apoyó que diputados legítimamente elegidos no pudieran asumir su banca?
¿Qué autoridad tiene usted, que se acuerda de los derechos humanos sólo cuando se trata de criticar a las dictaduras militares de derecha?
¿Qué autoridad tiene usted, que se acuerda de un Congreso inexistente sólo cuando ello es políticamente conveniente?
¿Qué autoridad tiene usted, que avala e incentiva a un delincuente que atacó impunemente una comisaría, delito por el cual cualquier otro ciudadano hubiera sido juzgado conforme a las leyes?
¿Qué autoridad tiene usted, que defiende los privilegios legales de gremios y corporaciones cuando están de su lado?
¿Qué autoridad tiene usted, que ha avalado, igual que casi todos sus antecesores, los cambios de jueces de la Suprema Corte que le convienen?
¿Qué autoridad tiene usted, que no se digna a las preguntas de la prensa, que no participó de un solo debate antes de las elecciones y que fue elegida por el dedo de su marido, sin pasar por internas, minando con ello esa misma condición de mujer que la tiene tan preocupada?
La lista podría seguir. Qué autoridad tiene usted, tiene cualquier peronista, que forma parte de la inestabilidad institucional igual que los no peronistas antidemocráticos a los cuales sí fustiga todo el tiempo y perseguirá hasta el siglo XIX si pudiera.
Usted, señora presidenta, no tiene ninguna autoridad para hablar de las virtudes republicanas, que forman parte de un liberalismo político que le es totalmente ajeno a su espíritu y que ahora utiliza y manosea cuando políticamente le conviene.
Pero, quién sabe, posiblemente ahora se convirtió. Posiblemente ahora crea en todo ello. Le pido entonces que se los recuerde a sus obsecuentes seguidores. Que, desde ahora, se someta a conferencias de prensa. Que, desde ahora, repare en la existencia del Congreso de La Nación. Que, desde ahora, rechace toda huelga general, todo corte de ruta. Que, desde ahora, les recuerde todo ello sobre todo a los Moyano, a los D´Elía, a los asambleístas ecologistas que tienen cortados los pasos a Uruguay. Que, desde ahora, mire a los derechos humanos de todos: de los desaparecidos por la última dictadura, de los asesinados por los guerrilleros marxistas de la década del 70, de los perseguidos por la dictadura castrista.
Mientras tanto, señora presidenta, su afonía no será sólo física, no será sólo el resultado de sus gritos, monologando frente a una masa de pobres alienados, tan víctimas como usted del triste espectáculo de las plazas llenas y las ideas vacías. Será, sobre todo, el símbolo viviente de la total incoherencia de lo que usted y su esposo son y representan, la total contradicción con el liberalismo político del cual hoy, repentinamente, se ha acordado de golpe, tan de golpe como efímeras son las palabras que se dicen y no se sienten ni se comprenden.

Argentina, del 2003 al 2008: ¿una predicción cumplida?

El 6 de Octubre del 2003 escribí un artículo cuyo título era “El olvido de la escasez”. El final era el siguiente:

“….Frente a todo esto, lo que principalmente hay que reclamar a los socialdemócratas es su ingenuidad, su total y completa ingenuidad. Ok, comprendo que los partidarios de Buchanan digan que ellos son sólo oferentes de bienes públicos interesados en maximizar su beneficio, pero hay otras motivaciones en juego. Como ignoran absolutamente el problema de la escasez, su filosofía política es un elemental juego entre los buenos y los malos. Ellos son los buenos, los que van a repartir bien los recursos “existentes”, mientras que los partidarios del mercado libre son “los malos”, los que comen pizza con champagna mientras contemplan insensibles los efectos explotadores de su pérfido capitalismo. La libertad de expresión de los malos se les vuelve, también, obviamente difícil. Si usted piensa distinto del bueno, es porque es malo. Claro, aún hay diarios y programas de radio y TV financiados por el capitalismo explotador, pero ellos, los buenos, nos están vigilando...
Que Dios nos proteja de los buenos cuando, de buenos, pasen a muy, muy nerviosos, cuando ya no quede mucho para expropiar y repartir. En ese caso no se sentirán refutados por nada. Ellos, los buenos, tendrán que terminar con todos los malos, como única solución”.

¿Notan algún parecido con la Argentina actual?

miércoles, 11 de junio de 2008

OTRO CASO DE INTERTEXTUALIDAD

SI VEN PERSONAS
DURMIENDO EN LA CALLE

Si ven personas durmiendo en el sistema educativo argentino

INFORMEN
DONDE ESTÁN.

Traten de darse cuenta….


HAY QUE LLAMAR AL:

108

Y PASARAN A ASISTIRLOS

No hay número dónde llamar….. Nadie pasará a asistirlos……….



HAY GENTE QUE PUEDE MORIR DE FRIO
POR FALTA DE AVISO.


Todos estamos muertos ya hace rato…. Por falta de aviso…..
Las débiles señales de vida son severamente castigadas…..


NO SEAS INDIFERENTE:
AVISA: 108

Si dejas de ser indiferente
No tienes nadie a quién avisar
Que Dios te proteja!


EL GOBIERNO DE LA CIUDAD
TIENE PARADORES PARA ALOJAR GENTE
EN SITUACIÓN DE CALLE
QUE POR LA OLA DE FRÍO
ESTARÁN ABIERTOS LAS 24 HORAS.

El gobierno de la ciudad
Y todos los gobiernos
Tienen todo tipo de controles y castigos
Donde encerrar a los que no se mueran!

A) 2 PARADORES DE HOMBRES
B) 1 MUJERES
C) 1 PARA MADRES CON CHICOS.

O sea, la coneau

TAMBIÉN EXISTE UN CENTRO
PUERTO PIBES
QUE ALOJA
EXCLUSIVAMENTE CHICOS

O sea, la primaria


CON SERVICIO DE:
DESAYUNO- ALMUERZO - MERIENDA Y CENA.

Con servicio de notas, premios y castigos, imposición coactiva de paradigmas, destrucción de la creatividad infantil, corrupción intelectual (si no otras) de menores.


HÁGALO CIRCULAR
PORQUE:
NO MUCHOS SABEN ESTO.

Que muchos no saben de esto, seguro
Pero si lo sabe, ¿lo hará circular? ¿Se atreverá?



Gracias.
De nada..........

domingo, 8 de junio de 2008

NO SE DEBEN CORTAR RUTAS

Publico de vuelta la misma entrada publicada el 5 de Abril...........................................


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Con este pequeño artículo toda la “derecha” argentina me va a querer matar pero, en fin, ya hubo conatos de excomunión cuando critiqué a Bush y cuando, pasando a temas menos importantes, osé decir que López Murphy no debía presentarse a elecciones. Es que en realidad yo nunca he formado parte de la derecha argentina, en cierto sentido. Soy un liberal clásico, lo cual implica vivir en una teoría de la relatividad política. Y por eso mejor publicar esto en mi blog personal y que mis amigos se rían un rato.En el 2005 escribí un artículo cuyo título era “Cómo ser liberal clásico en América Latina y no morir en el intento”. Allí, como diagnóstico de la inestabilidad política de toda la región, dije:

“….Pero ese pasado cultural, “declinado” en otras regiones, en América Latina nunca se dio. No creo que pueda aplicarse a ella las tijeras de Hayek. Al contrario, lo que tenemos aquí, históricamente, son dos líneas enfrentadas, ambas de corte autoritario.Por un lado, toda la tradición colonial española. Algunos sostienen que los municipios españoles representaban ya una vivencia de libertades civiles similares a la tradición federal anglosajona. Estamos abiertos a ello; sólo afirmamos, nada más ni nada menos, que la estructura de gobierno colonial, de tipo vertical, del rey, al virrey y etc., era en sí mismo una estructura autoritaria, arquitectónica, que respondía más a un estado concebido como padre, más que como la “administration” anglosajona. A su vez, no creo que se pueda decir que había una tradición de libertades individuales similar al common law como presupuesto cultural. Había noción de ley natural, pero no de “ley” jurídicamente limitante del poder[1]. La estructura vertical del poder interactuó con una creencia cultural básica: el gobierno no es la administración de bienes públicos, sino los mandatos de un rey, un padre, un caudillo, un jefe revolucionario. Había toda una tradición teorética católica que iba en sentido contrario (Suárez, Molina, Vitoria, la escuela de Salamanca) pero no llegó a convertirse en sistema cultural.Por el otro lado, llegaron a América Latina ideas contrarias, sí, pero ligadas a los que Hayek llamaría constructivismo, derivado del racionalismo antirreligioso europeo. Los sistemas republicanos y laicales propuestos eran más bien de corte roussoniano. Hubo dictadores ilustrados en América Latina, que intentaron “reformar” el sistema colonial, coherentemente enfrentados a su pasado religioso. Sus ideas eran más bien afrancesadas, más bien dependientes de la enciclopedia francesa más que de la religiosidad laical de las colonias norteamericanas. Coherentemente, “imponían” sus reformas a sangre y fuego. Redactaban constituciones republicanas, separaban Iglesia y estado, dictaban códigos civiles donde trataban de racionalizar el respeto a la propiedad, trataban que el estado educara en las “ciencias y letras”, y avanzaban sobre el indígena ya no para hacerlo cristiano, sino “ciudadano”[2]. Todo ello en medio de un marco cultural indiferente u hostil a las reformas propuestas, un marco cultural que no sabía vivir sin el “padre”, por lo cual estos gobiernos adoptaban más bien la figura de un padre “civilizador” laical. Virrey católico, caudillo militar, presidente “fuerte” laical, todos ellos encarnaban el mismo tipo ideal weberiano de padre fuerte y protector.”

O sea: la tentación de violencia vive en izquierdas y derechas en América Latina. Contra autoritarismos de gobiernos de izquierda, la derecha quiso y quisiera responder con un autoritarismo del otro lado. Nadie quiere confesarlo, pero he conocido liberales argentinos que verdaderamente pensaban que la solución para la Argentina era un probo militar presidente y un ministro liberal de economía. Ese era todo el esquema institucional que bastaba. Brillaban allí por su ausencia las advertencias hayekianas sobre el aprendizaje, las bases culturales de las instituciones libres.Hoy nadie quiere decirlo abiertamente tampoco, pero muchos sueñan con que Cristina Kirchner caiga después de un cacerolazo como el que derrocó a De la Rúa (en realidad no es eso lo que lo derrocó, sino un quién….). Otros, sencillamente, no sueñan, ni piensan, ni menos aún escriben. Reaccionan. Pero en esa reacción se ve la anomia institucional en la que vivimos.No se deben cortar rutas, y punto. Es un delito, pero fundamentalmente es un atentado a derechos individuales de otros.Claro que los Kichner y sus secuaces no tienen ninguna autoridad para decirlo. Ello es obvio. Obvio es también que vivimos en una dictadura encubierta. Pero, ¿cómo se vuelve a la estabilidad institucional en la Argentina? Con la violencia, seguro que no. Con lo cual entramos en un planteo consecuencialista menos deontologista que el imperativo categórico que vive en el título de este artículo.¿Quién tiene el poder en Argentina? ¿El que corta mejor una ruta? Si ese conato medio ingenuo de revolución que hizo el campo hubiera volteado a la tan odiada Cristina, ¿a un supuesto cristino liberal lo voltearía otro corte de ruta…….. Menos piadoso? ¿Ese es el orden institucional en Argentina?¿Qué queda por hacer entonces? Nada. La cosa era antes. Por eso la oposición debía unirse; por ello me uní a las propuestas (desesperadas) para una oposición unida en Argentina, no “liberal clásica” pero al menos no kichnerista. Obviamente no sucedió. Ahora, ya está. El peronismo es un drama cultural, pero es férreo y coherente. ¿Quiénes creemos que son los Kirchner y sus secuaces? ¿Nenes de mamá que se van a asustar? Ahora han endurecido su posición. Y los comandantes marcos de la revolución frustrada, y los sectores medios que los apoyaron, ¿qué creen que es una revolución? Si de cortar una ruta se trata, la izquierda sabe cómo hacerlo. Capuchas, palos en mano, algo más por si acaso, y no se mueven. Y lo que quieren es enfrentarse con la gendarmería y que haya sangre, no asaditos. Eso es lo funcional y maquiavélicamente útil a la toma del poder. Y el desabastecimiento: ¿verdaderamente sabemos lo que es un desabastecimiento en serio? ¿Verdaderamente “por dignidad” los centros urbanos hubieran soportado semanas y semanas de supermercados vacíos? ¿Sí? ¿Seguro?La revolución no es el camino. No es el camino ético, porque la violencia no es camino para nada; no es camino institucional, porque sólo aumenta nuestra anomia institucional, y no es camino estratégico cuando se convierte en un conato ingenuo que enardece al poder en el poder y lo ratifica en su lenguaje, que es la violencia. Ya hay amenazas a la libertad de prensa. Ya hay peores amenazas para lo poco que queda de comercio y propiedad.Que las retenciones son impuestos distorsivos iguales a las tarifas arancelarias, es obvio. No pueden tener ninguna medida económicamente eficiente y son todas absolutamente injustas. Que sólo sirven para aumentar las arcas del estado central, es obvio, y ese es el problema, y no tanto “la caja de los Kirchner”: ¿o acaso la caja de otro gobierno las justificaría? Todo es obvio, como obvio es que si son delincuentes los asambleístas ecologistas que cortan los caminos a Uruguay, también lo son los asambleístas que corten el paso a Buenos Aires.Si no se quiere pagar un impuesto, no se paga y se soportan las consecuencias del soviet que venga a reclamar su robo. Eso hubiera sido, tal vez, una revolución en paz. Tal vez. No sé.¿Qué hacer? Vuelvo a decir, no hay nada que hacer. Para los que puedan, Ezeiza es el camino. Para los que no podamos, la fortaleza de resistir lo que venga, de seguir escribiendo mientras se pueda, y la pequeña esperanza de que quizás en el 2011 estos feroces autoritarios se hayan desgastado o haya cometido algún colosal error político. Pero es posible que en el 2011 sólo quede Ezeiza o la cárcel.No da mucha “seguridad” pensarlo, pero…. Ser liberal es, precisamente, ser no violento. Los liberales estamos perdidos en una sociedad violenta. Somos parias políticos y sociales. Por eso escribí “cómo ser liberal en América Latina”….. O sea, una sociedad violenta, sin instituciones, donde gana el más fuerte.Es verdad que existe la legítima defensa, es verdad que en una guerra conviene, a veces, tomar partido…. Pero, ¿define eso la filosofía política? ¿Si? ¿Entonces tenía razón Hobbes? La pregunta es, entonces, ¿es posible ser liberal?Allí termino.
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[1] Es muy interesante al respecto la contraposición que se observa en dos “tipos ideales” weberianos filmados sin advertirlo por la cultura pop televisiva y cinematográfica. Me refiero al shefiff y a el “Zorro”. El primero podía ser vencido, o no, pero tenía a “la ley” de su parte, una ley que tenía una “existencia jurídica” independiente del triunfo eventual de pistoleros diversos o shefiffs caídos en desgracia. El Zorro, en cambio, representa a una ley natural y a una derecho a la resistencia a la opresión ante un sistema en el cual “no había ley”, sino la voluntad del comandante del lugar y-o un delegado del virrey. Una vez hubo un comandante “bueno”, pero, claro, duró sólo un capítulo para el que “Zorro” siguiera ejerciendo el derecho a la resistencia. Ahora muchos creen que el Zorro es Castro y que el comandante es Bush...[2] ¿Fue la Constitución argentina de 1853 una “refutación” a lo que estamos diciendo? ¿O una corroboración? ¿No habrá sido un trágico ejemplo de “normas” escritas que no se convierten en cultura?